EL LENGUAJE SIMBÓLICO

Los años 90 marcan  una nueva etapa en la creación artística de Sánchez Kelly: "...recurre a la abstracción, superando el mundo de las apariencias y persiguiendo la captación de la esencia de las cosas, lo que no se modifica, lo que "es", lo que no cambia, lo que permanece"(1). Su madurez lo lleva a bucear y a sumergirse en las profundidades de su ser,  donde se produce el reencuentro consigo mismo, que plasma en el papel o la tela.

Su caligrafía  madura,  resultado de la experiencia en el oficio, traduce  sus profundas luchas internas en formas y colores audaces y brillantes. En sus últimas obras, de gran formato, se  repite una línea divisoria horizontal,  en la que distingue una parte inferior estrecha,  que simboliza lo material, los objetivos, las apariencias, y una zona superior amplia, dominante, en la que hace referencia a lo inmaterial, a lo subjetivo, a la espiritualidad, a la esencia. Lo símbolos y formas conjugan un diálogo abierto y armónico; círculos, triángulos, líneas curvas y rectas,   se alzan  y entrecruzan  en ese  cielo creador,  formando circuitos, derroteros, laberintos que indican el devenir.

En el año 1997 entra en su escena pictórica su hija Claudia,  quién comienza a escribir y editar libros sobre metafísica, filosofía, espiritualidad y simbología.  SK se ve sorprendido por esa experiencia y por los conocimientos que le llegan a través de ella y, sin dudar, se hace eco de ellos porque encuentra coincidencias y respuestas a mucho de los enigmas e interrogantes que se formuló durante toda su vida, especialmente los que versan sobre la búsqueda de la verdad y del sentido de la vida. Su hija Claudia se transforma en una interlocutora válida que le aportará certezas a sus incógnitas vitales que lo acompañarán hasta el final.

En la etapa de "Signos" descubre todo un universo, que supone además una fuente inagotable de motivos pictóricos, tanto temáticos como plásticos. En ellos profundizará para acrecentar su fuente de inspiración, que lo llevará a afirmar:" Salí de la bidimensionalidad..." hay continuidad en esa trayectoria artística, así como coincidencias de opiniones respecto a la elucidación de su universo interior.

Los signos y los colores potentes caracterizan esta etapa del artista. Su capacidad para expresar su percepción de la realidad, más allá de lo aparente, intensifica esta faceta más abstracta, más vital y mística. Miriam Romagnoli,  la define como: "una producción que sintetiza la vertebración de un espíritu creador...".

La luminosidad alcanza en estas obras sus más altas cotas, con una paleta que se convierte en seña de identidad para aquellos que la conocemos y admiramos. El mismo reconoció,  al final de su vida, que toda su obra no es más que la expresión de su experiencia vital interior, en la  que logró materializar su dimensión espiritual y solemnizar el diálogo entre arte y espiritualidad. Su hija Claudia, experta en simbología y en su obra,  supo definir como nadie el  mensaje trascendente que contiene y transmite, que hoy constituye su mayor legado.

(1) Miriam Romagnoli, Historiadora de Arte, ex Profesora de la UNNE, ex  Directora del Museo Rene Bruseau, amiga personal y compañera de Sánchez Kelly.


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